Homenaje al primer paisano centenario de Sahelices del Payuelo.

El pasado domingo 12 de Mayo los vecinos de Sahelices del Payuelo homenajeron a Germán García Castro por su centésimo cumpleaños

Fotos: Azucena Malagón Garcia

Con gran ilusión se vivió el homenaje al saheliciense más longevo, fue emocionante para él y sus hijos sentir el reconocimiento de todo el pueblo.


¡Que alegría poderlos contar!


Sin duda es envidiable llegar a cumplir 100 años con la cabeza de maravilla, disfrutando plenamente de la vida, con gran vitalidad y sin perdonar ningún paseo a diario.


Desde El templete también queremos felicitar al señor Germán y para ello rescatamos y compartimos con todos los lectores esta divertida anécdota de los años 60 que ha contado recienteme "Snoopy-lee" en el foro de Sahelices:

Allá por la primavera de 1.961 ó 1.962, un día de escuela por la tarde, el maestro nos mandó, a los más pequeños, a recoger flores para María. Era el mes de mayo y nosotros como 7 u 8 críos de unos 6 y 7 años. 

Recogimos flores, pero al Sr. Germán le dejamos el prado al ras, trillado; incluso jugábamos a revolcarnos por entre la 'yerba' que nos daba hacia la rodilla. 

El maestro, que nos estaba mirando desde la cuestina de la torre, nos puso a caldo. No nos tocó un pelo, pero el veredicto final fue que"habíamos de personarnos en la casa del Sr. Germán a la salida del Rosario". 
FOTO: J.Payuelo

¡Qué sofoco!. Pero sí, sí; p'allá fuimos todos, cabizbajos, tristes, destrozados al igual que todo ejército cuando pierde una batalla.
Diríase que apesadumbrados. Nadie imaginaba lo que podría suceder.

Llamamos al postigo y nos mandó entrar hasta la cocina. Atravesamos llorosos el corral hasta llegar a la casa. 

No recuerdo quién era el 'portavoz de grupo'. Confesamos nuestro pecado y arrepentimiento, casi sin tenernos de pie. Recibimos el segundo veredicto en una sola tarde.
Nos dijo el Sr. Germán: 

- "Por esta vez estáis perdonados, pero, como volváis a revolcaros en el prado, os mando a dormir una noche entera con los gochines. Y os aseguro que la gocha tiene muy malas pulgas".

Según íbamos saliendo de la cocina, nos daba un tirón de orejas que más bien parecía un beso, porque no nos hacía daño alguno.

Desde aquella aciaga tarde, recogíamos flores por los ribones o entre las zarzas, pero nunca más entramos en un prado, y menos en el del Sr. Germán. Pudiera estar la gocha, con los gochines, paciendo.

Enhorabuena, Sr. Germán.






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