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MATEO BALBUENA IGLESIAS, el comunista heterodoxo de VILLAMARTÍN

Mateo, nació en Villamartín de Don Sancho (León), el 21 de septiembre de 1913. 

Se crió con unos amigos de sus padres en Gijón, donde adquirió, además de su formación académica, su vinculación con el pensamiento comunista. Casado, tiene una hija y tres nietas que le visitan los domingos, el único día de la semana que descansa.

FUENTE: Diario EL PAIS, 13/02/2006 

Escribir y andar
De lunes a jueves, escribe. El viernes, baja de paseo desde Lezama hasta Amurrio (siete kilómetros), de donde regresa también andando con las provisiones básicas de la semana. Una disciplina que le ha permitido vivir más que la Unión Soviética. "Es que el principio de su decadencia se confirma en 1920, cuando se deciden nombrar a dedo a los directores de las empresas", dictamina.

MATEO BALBUENA vive en un caserío del barrio Latatu de Lezama (Álava), entre su biblioteca y sus árboles frutales. Lejos de cualquier nostalgia, mantiene su espíritu crítico con el ideario comunista, pero no abandona la relación con el PC, partido en el que milita desde su adolescencia en Gijón, cuando participó en la revolución del 34. Espectador y protagonista de los principales sucesos del siglo XX, a sus 92 años ( en 2006) corrige su último libro, un estudio sobre la superación del capital.

Un cuadro con la hoz y el martillo y la estrella roja domina la biblioteca de Mateo Balbuena, que reúne un compendio bibliográfico de la mejor literatura. En la sala donde recibe, repartidos por la mesa y las sillas, se encuentran los volúmenes que ha consultado para su último libro, cuyas pruebas de imprenta corrige estos días: desde la Historia de Herodoto a El 18 de brumario de Luis Bonaparte de Karl Marx. Pero también hay recortes de periódico, el suplemento cultural de La Vanguardia de Barcelona, diario al que está suscrito desde hace decenios, o las ponencias del último congreso del PCE, debidamente subrayadas. Mateo Balbuena se mantiene en buena forma intelectual... y física: el periodista le ha encontrado podando los manzanos, sierra y tijeras en mano.
"Todavía no tengo decidido el título, quizás Doble encrucijada. Es una mirada al conjunto de la naturaleza y cómo ha soportado a lo largo del tiempo la acción humana. Se habla del hombre social y el hombre individual; se proponen otras formas de organización... Está claro que estamos al final de un ciclo. El sistema capitalista está agotado. Y la clase trabajadora lo único que quiere ahora es jubilación anticipada". Mateo Balbuena resume algunos aspectos de este su nuevo libro, que seguirá a otros como El por qué del eurocomunismo, El sovietismo oTercer milenio: fuerzas que operan en la Historia.
Los dos últimos los ha escrito en su caserío de Lezama, cerca de Amurrio, donde se instaló hace más de veinte años procedente de Barakaldo, localidad en el que había residido desde mediados de los cuarenta. Su llegada a la localidad fabril ocurrió después de un largo decenio de vinculación con las armas, de uno u otro modo. La primera vez que recuerda fue en Gijón, donde se había criado, cuando la famosa revolución en Asturias de 1934. "En Gijón dominaba la CNT. Nosotros [los comunistas] les conocíamos muy bien. Por la mañana dicen: 'jaleo', y al momento, se sientan a descansar. Tuve ocasión de comprobarlo también aquí, durante la guerra, en mayo de 1937, cuando tuvimos que ir de Orduña a Amurrio porque habían abandonado la posición".
Al ver que los anarquistas no resolvían la situación a su gusto, Balbuena y los suyos se fueron a Oviedo. "Sabíamos que los socialistas tenían fusiles, que estaban mejor organizados. Una vez con ese respaldo, tomamos la fábrica de armas, cogimos 10.000 fusiles y 200 ametralladoras okis, de las pesadas, fabulosas". Mateo Balbuena no ejerce la corrección política en ningún momento: si hay que hablar de armas, se valora su calidad; si hay que criticar a Stalin, cuando éste era un referente indiscutible para los comunistas, se le critica.
El dirigente de la URSS es el protagonista de una obra de teatro de este escritor, que llegó a ser finalista del Premio Planeta en 1964. La obra Stalin (relato escénico del sovietismo en tres tiempos) está escrita en 1998, pero su consideración sobre el personaje ya la tenía clara medio siglo antes. Nunca le idolatró, aunque si valora su capacidad administrativa, que no oratoria o militar. Así le respondió a un camarada que alababa las cualidades de Stalin como militar en tiempos en los que la heterodoxia te podía costar la vida. "¡No me digas que un seminarista es capaz de adquirir los conocimientos estratégicos que puede tener un estado mayor germano que, de siglos atrás, viene acumulando experiencia!".
Son episodios que no se olvidan, como aquella ocasión en que se salvó de una detención porque se quedó charlando más tiempo de lo esperado con un amigo, antes de llegar a una cita. Eran los años en que este perito industrial ya había abierto una academia en Dos Caminos (Basauri), junto con su mujer, maestra. A pesar de las nefastas consecuencias de la guerra -"Dos camaradas íntimos, de la misma célula a la que yo pertenecía, murieron: uno lo ahorcó Franquito, el otro se ahorcó sólo", cuenta-, recuperó la vinculación con los antiguos compañeros y regresó a la actividad política, en la clandestinidad.
La academia también servía como tapadera para la instrucción de cuadros. Con el consabido riesgo. Balbuena lo aclara sin pelos en la lengua: "El artículo 222 del Código Civil reformado por Franquín significaba que los que eran descubiertos en la clandestinidad serían tratados como bandoleros: pena de muerte. Era serio, sí".
Quizás por rebajarle la importancia que tuvo en la vida de España durante tantos años, Mateo Balbuena siempre habla del dictador en diminutivo, frente a la grandeza del Partido Comunista, cuya acción en aquel tiempo siempre valora con afecto y encomio. "Los camaradas llegaron a tener hasta 120 afiliados en Vitoria", recuerda orgulloso. La decepción con el sistema soviético no congeló su lucha, pero el desencanto en España tiene una fecha clara. "Me acuerdo cuando, en uno de los primeros mítines, en Valladolid, aparecieron banderas republicanas y las retiraron por orden del propio partido. Fue un acto trascendental: quería decir que nos habíamos rendido, nos habíamos plegado. El ejército estaba lleno de franquistas, pero aquel gesto...", se lamenta
 
El ejército franquista desfila por el puente
del Kursaal tras su entrada a Donostia.  
MEMORIAS DE LA GUERRA CIVIL
FUENTE: noticiasdeguipuzcoa.com
  

"Cuando entramos en San Sebastián, oímos tiros, y era que ya estaban tomando el casino; entramos y vamos en esa dirección. Pero para cuando llegamos a la Parte Vieja era de noche. Todo estaba desierto; el casino ya estaba tomado. Faltaba el Hotel María Cristina”. Este fue el comienzo del peligroso episodio que vivió en primera persona el comunista Mateo Balbuena tan pronto como alcanzó la capital guipuzcoana el 22 de julio de 1936. Mateo era un voluntario más que se había unido en Bilbao a una columna que partió en auxilio de los republicanos de la capital donostiarra.

“Precisamente en el casino hicimos noche. Dormimos allí, al lado de cadáveres de ellos y cadáveres de soldados. Estaban sueltos, caídos en las posiciones que ocupaban; ahí habían quedado”, señala Balbuena. No en vano, por aquellos días la capital guipuzcoana estaba sumida en una lucha encarnizada por su dominio: era la batalla de Donostia. Militares llegados de los cuarteles de Loiola, así como policías y voluntarios falangistas, pretendían tomar la ciudad atrincherándose en emblemáticos edificios como el casino –actual ayuntamiento– o el hotel María Cristina. Enfrente tenían a los defensores republicanos, civiles y guardias de Asalto, que resistían con más ímpetu que armamento. 
 
A los leales a la democracia aún les faltaba apoderarse de dos puntos estratégicos en manos franquistas: los cuarteles de Loiola y el hotel María Cristina. Por ello, el 23 de julio luchaban con denuedo desde el teatro Victoria Eugenia contra los atrincherados en el hotel. “En una de las salidas al descubierto con otros, me tumbé para poder mirar mejor y tirar. Estábamos batidos por una ametralladora, pero sobre todo por fusiles. El combate era, digamos, a ciegas, porque, pese a estar a unos veinte metros, se veía muy difícilmente”, describe el nonagenario Balbuena. Los enfrentamientos eran incesantes, de todo tipo: “Y hubo un intento por parte nuestra: una camioneta en forma de blindado había aparecido por allí y enseguida se llenó de gente: a embestir el hotel… Se acercó a las ventanas, pero allí quedó destrozado, y los otros muertos al lado… ¡Y yo que estuve por entrar! ¡Pero no pude por los empujones! Por el entusiasmo de los voluntarios”.

El viejo luchador recuerda con nitidez cómo finalmente los sublevados se rindieron: “Y entonces es cuando ya entramos allí; instintivamente, o no sé si alguien da la orden, y ya con ímpetu a invadir el hotel. La entrada fue caótica. Al entrar me encuentro con un señor ya de edad, que va tapado, y otro que le arropa; que el otro no sé si iba vestido de militar… Me encaro: ¡Usted!. Y el otro me dice: Es uno de ustedes, que va herido. Y al decir esto, pues le dejé… Que a mí me extrañó aquello… Y luego resulta que era un jefe militar. Claro, ¡camuflado!”. 

Fueron decenas las vidas que quedaron en el asfalto, pero gracias a ellas la capital guipuzcoana había quedado despejada de núcleos insurrectos.

la batalla final
Los cuarteles se rinden
No obstante, todavía quedaban en poder de los sediciosos los cuarteles de Loiola, bastión que a todas luces parecía inexpugnable. En la mañana del 24 de julio, Balbuena partió hacia los aledaños de los cuarteles, a Polloe concretamente: “Recibimos una ayuda de un pelotón de soldados al frente de unos cañones del siete y medio, que, por cierto, fueron silenciados inmediatamente por los de ellos: averiaron el cañón; no sé si hubo dos o tres soldados muertos”.

A diferencia de Balbuena, el vizcaíno Gaspar Álvarez, había entrado en la Bella Easo por aquellos días en un camión de abastecimiento: “Llegábamos a la Brecha, a la Pescadería, y nos llevábamos todo lo que cogían. Volvíamos a Ondarroa y otra vez a San Sebastián. Primeramente, nos daban un paquete con comida. ¡Estaba muy organizado! Pero no era una cosa estable; íbamos a comer algo al hotel Central”. 

Efectivamente, las milicias habían requisado el hotel y organizado comedores populares que servían hasta 6.000 comidas diarias. “Vimos allí a Jesús Larrañaga, diputado comunista. Estaba organizando aquello, con un fusil colgado: ¡Venga! –pegó unos txalos–. ¡Venga! ¡Los que tengan armas largas que se presenten enseguida!. Larrañaga agarró a los que estaban con fusil y: ¡Venga! ¡Al frente!. Creo que para Loiola. Claro, estaba la cosa peliaguda, ¡todavía sin dominar!”. Finalmente, tras días de asedio, el 28 por la mañana, los alzados enarbolaron la bandera blanca. Donostia había pagado muy cara su lealtad a las libertades. El cónsul francés en la capital daba la cifra de “entre 150 y 200 víctimas” debido a los combates. 

MAIZALES BAJO LA LLUVIA

Militante de la ‘Juventud Comunista’ desde pequeño, Mateo Balbuena tomó parte en la defensa de Donostia-San Sebastián y posteriormente fue testigo de la creación del batallón ‘Leandro Carro’ (PC) en el cual luchó en los frentes alavés y vizcaíno.

Fue hecho teniente y resistió en Cantabria a las fuerzas franquistas. Después pasó a Asturias, desde donde huyó a Francia e inmediatamente se marchó a Cataluña. En Girona fue hecho teniente de Carabineros en el Ejército republicano. 

Cuando los republicanos se rindieron escapó monte a través hacia Francia y, tras casi un mes de periplo le arrestaron. 

Fue sentenciado a seis años y un día pero en vez de pena de cárcel, le aplicaron el destierro. No obstante, gracias a una triquiñuela pudo zafarse y recobró la libertad. Prosiguió militando clandestinamente en el PC hasta el final del franquismo.


En el libro "Maizales sobre la lluvia" obra de AITOR AZURKI y publicado en Abril de 2011, podemos encontrar sus memorias junto a las de 10 gudaris y milicianos anarquistas, comunistas, nacionalistas y socialistas en la Guerra Civil y la posguerra. En estas narraciones Mateo cuenta sus vivencias experimentadas durante el levantamiento militar, su participación en la contienda y su paso por las cárceles, los campos de concentración, Ejército franquista y los batallones de trabajadores, así como los combates en el frente guipuzcoano (Irun, Donostia-San Sebastián, Eibar, Intxortas…)

Tras la guerra y hasta la actualidad Mateo no ha parado de escribir libros. Buscando en hemerotecas podemos encontrar lo siguiente sobre sus obras:

LA VANGUARDIA ESPAÑOLA, 26/09/1968
DIARIO ABC, 14/11/1968 
Libros publicados por Mateo Balbuena Iglesias:




FUENTE: Diario EL PAIS, 13/02/2006 , noticiasdeguipuzcoa.com y blog MAIZALES BAJO LA LLUVIA 

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