Los "jabalís" de la Junta de Castilla y León están tuberculosos

Que una cosecha se arruine por la climatología o que el ganado coja una enfermedad, es uno de los imponderables de una profesión de agricultor y ganadero que, como se suele decir, no tiene un techo.

Pero no es un imponderable que los animales domésticos se enfermen por el contagio directo con la fauna salvaje, porque eso sencillamente es un daño casi doloso provocado por un tercero, en este caso por la Junta de Castilla y León. Porque supongo que nadie dudará que es la Junta de Castilla y León la responsable de los daños que provoca una fauna silvestre a la que ha protegido y propiciado que crezca exponencialmente en aras de un medioambiente y una biodiversidad mal entendidas. Hay que decir alto y claro que el principal problema al que se enfrentan hoy los ganaderos de explotaciones extensivas en pastoreo en nuestra montaña, no es el de los recortes en las ayudas de Bruselas, ni el de la baja rentabilidad, ni la lucha diaria contra una legislación absurda, ni el de trabajar y vivir en zonas desfavorecidas; es el derivado de la obligación de sacrificar a los animales que se contagian de enfermedades que padece la fauna silvestre y es el derivado –en menor medida que el anterior- de las pérdidas que ocasiona el lobo y otros depredadores.



La mayoría de los jabalís, en territorios como la Montaña Oriental leonesa, padecen tuberculosis y además el agente patógeno es el de la tuberculosis bovina. Estos animales en los que habitualmente cronifica el proceso, se convierten en reservorio y fuente de contagio permanente de las vacas y otras especies domésticas, haciendo que después de más de veinte años de campañas oficiales de saneamiento sistematizadas, los avances no existan. Los ganaderos están viendo cómo su trabajo, su patrimonio y sus sueños, se vienen abajo a causa de unas enfermedades animales que no puede controlar y que tienen su origen en la errónea política ambientalista de la Junta de Castilla y León. 

Mientras las administraciones públicas reconocen su error y toman medidas, algo que hasta la fecha no han hecho, cientos de ganaderos están viendo que sus ganaderías desaparecen y que la tuberculosis no remite, están viendo que los poderes públicos los arruinan y que se tienen que ir del pueblo para dejar paso a las alimañas. Miles de jabalís, que ya matan a muchos automovilistas en las carreteras, difunden además una enfermedad animal que es una zoonosis, es decir, se transmite al hombre.

Artículo de opinión de José Antonio Turrado publicado en La Crónica del viernes 2 de diciembre de 2011

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